1. Bio
Periodista de investigación, escritora y activista especializada en los derechos de las mujeres y los niños. Ha dedicado su vida a denunciar los horrores de un poder corrupto, pagando personalmente el precio de un sistema que la violó ferozmente, la golpeó, la secuestró, la torturó y la obligó a exiliarse tras repetidos atentados contra su vida, pero sin lograr detener su trabajo y su voz. Nacida en la Ciudad de México, comenzó su carrera periodística escribiendo para la página cultural de Novedades de Cancún, pero pronto se centró en temas más sociales y, ya en 1986, empezó a investigar la trata de niñas y niños que involucraba a México y varios países del mundo. A través del uso de los medios de comunicación, luchó por mantener la atención sobre los reclamos de derechos humanos y, a finales de los años 90, fundó el Ciam (Centro de atención a la mujer), un refugio para mujeres y menores víctimas de violencia y abuso. Al mismo tiempo, tuvo que defenderse personalmente de una escalada de violencia física, económica y jurídica implementada para inducirla al silencio. En mayo de 2007 sobrevivió milagrosamente a otro intento de asesinato y, por recomendación del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, se vio obligada a autoexiliarse para intentar salvar su vida. Después de esto, más de 2000 artistas de todo el mundo lanzaron una campaña para mantener viva la atención mundial sobre su situación. Ese mismo año, Amnistía Internacional le otorgó el Premio Ginetta Sagan por los Derechos de la Mujer y el Niño, en 2008 recibió el Premio Mundial de Libertad de Prensa Guillermo Cano de la UNESCO y en 2010 fue nombrada Héroe Mundial de la Libertad de Prensa por el Instituto Internacional de Prensa. Su compromiso con la protección de los derechos civiles y humanos continúa incesantemente y en diversas formas hasta el día de hoy.
2. El poder de un sueño
Cuando era niña soñaba con ser bailarina, escritora, pintora y la presidenta de México. Puedo decir que he logrado todos mis sueños, excepto (afortunadamente) ser presidenta. Muy pronto comprendí, acompañando a mi madre en su trabajo en los suburbios más difíciles de la Ciudad de México, que quería trabajar contra la injusticia y la desigualdad. Me convertí en activista a los 15 años, y desde entonces me he preparado para incluir los derechos de las mujeres y los niños en mi trabajo como periodista, documentalista y escritora de libros infantiles. El poder del sueño de justicia ha sido la fuerza inquebrantable que me ha sostenido en todo mi trabajo y mi existencia. Cuando me convertí en reportera de investigación a los 23 años (en 1986), los medios estaban absolutamente dominados por hombres. Durante años, mis editores y compañeros dijeron que las mujeres no podían cubrir guerras, que yo era demasiado atractiva para ser lo suficientemente inteligente. Insistían en que las mujeres no podían entender la política y la corrupción, que era demasiado peligroso para nosotras. Y sí, fue peligroso, pero mis éxitos, como los de muchas compañeras, cambiaron la historia del periodismo y también el destino de la vida de miles de personas.
3. Mi viaje hacia la belleza real
No hay mayor belleza que la de la dignidad de un ser humano. En mi trabajo la he visto pisoteada, maltratada, reducida a jirones y, sin embargo, como el mayor de los milagros, es capaz de resurgir tan pronto como alguien está dispuesto a reconocerla y defenderla. Entre muchos, quiero compartir este viaje en concreto: estuve en un refugio para niños víctimas de trata, rescatados en Uzbekistán. Pasé una noche gélida con ellos, inventando cuentos en español, mientras ellos me miraban sonriendo, aunque no entendían ni una palabra de lo que decía, hasta que se quedaron dormidos acurrucados en mi saco de dormir. En cierto momento me desperté mientras una niña, que llevaba un año sin hablar debido a los traumas que había sufrido, me acariciaba el pelo y me susurraba palabras en uzbeko. Me quedé maravillada, asombrada y cautivada por la belleza de lo grande que es el alma de un niño que, después de ser víctima de tráfico sexual, todavía encuentra la fuerza para confiar. La resiliencia está en todas partes, y esos niños me recordaron esa noche que mi trabajo importa y que mi alma está en el lugar correcto.
4. Lo que he aprendido y no olvidaré
Es necesario encontrar el coraje para alzar la voz, para romper esa odiosa creencia de que el poder y la fama ofrecen protección. Si los niños, las niñas y las mujeres que han salido de las fauces del infierno son capaces de seguir hablando de su dolor, ninguno de nosotros tiene derecho a rendirse. Negociar la propia dignidad a cambio de una aparente libertad o seguridad es sólo el primer paso hacia una esclavitud silenciosa y degradante. Los derechos humanos nunca son negociables. Creo que los periodistas y los medios de comunicación, ante todo, tienen el deber de decir la verdad, incluso cuando sea inconveniente, incluso cuando sea peligrosa. Creo en la importancia de construir redes de solidaridad: intentaron destruirme física, profesional y económicamente. Me salvé y conservé mi libertad gracias a la movilización de la opinión pública y al apoyo que recibí de todo el mundo. Es necesario que todos nos impliquemos en esta lucha por una sociedad más igualitaria, nadie puede considerar que no va con él. Para las mujeres sueño con la educación y la independencia económica, para ser verdaderamente libres de elegir nuestro propio camino en la vida y en el amor. Sin igualdad de oportunidades, educación y libertad económica, sus decisiones seguirán basándose en necesidades de supervivencia y no en base a aspiraciones y libertad reales.